Desde niños somos muy susceptibles a los comentarios y juicios que los demás hacen de nosotros, pero sobre todo si los que nos juzgan son nuestros padres o nuestros maestros.
Pero como también desde pequeños aprendemos a expresar juicios y prejuicios sin el menor cuidado, ya nos cuesta trabajo evitarlo. Claro que aunque tratar de cambiar tan mala costumbre resulta difícil, es una gran muestra de amor.
No es fácil dejar de expresar lo que pensamos, lo que nos da miedo, lo que nos gusta o disgusta. También es difícil no mostrar nuestras expectativas. Por lo general, inconscientemente, hacemos comparaciones entre una y otra persona mandando mensajes de aprobación o desaprobación.
¡A Laura nunca se le olvida hacer la tarea! ¡Ricardo es muy inteligente, pero pobrecito, está gordito! ¡Mira qué delgada y guapa está Martita! Ramón nunca discute con su papá, ¡es muy buen hijo! ¡Pobres de Fernando y Teresa, tienen un hijo rarito! Rosa canta muy bien, ¡lástima que sea tan fea!
Y así podría seguirme con ejemplos de lo que muchos escuchamos cuando éramos niños y de lo que seguramente alguien nos ha escuchado decir. Estoy convencida que se evitaría mucho dolor si dejáramos de juzgar y poner etiquetas. Sería mucho mejor expresar a quienes cuidamos, criamos, educamos y aseguramos amar: "tal como eres, te acepto, te respeto y te quiero".
Te preguntarás, ¿entonces cómo hago para educar, impulsar y retar a mi hijo, a mis alumnos o a los pequeños que tengo el privilegio de cuidar, a ser lo mejor que pueden ser? La respuesta es: CON EL EJEMPLO.
¡Así es! Si queremos tener una sociedad menos hostil, menos violenta, menos corrupta y más respetuosa, entonces es indispensable educar con el ejemplo. Tenemos que escuchar atentamente a nuestros hijos si queremos que pongan atención; pedirles perdón si queremos que sean humildes; tratarlos con respeto si deseamos que no reaccionen violentamente y aceptar las grandes diferencias entre las personas, si queremos tener una sociedad más tolerante.
Estoy convencida que es precisamente en el hogar, mientras crecemos cuando niños, donde aprendemos a amarnos y a respetarnos a nosotros mismos, o a no hacerlo. Es a través del ejemplo de nuestros padres, que aprendemos el concepto de "amor" que prevalece en nuestra vida. Por eso es tan importante analizar profundamente, si la persona con la que deseamos tener hijos es la persona adecuada. Puede ser que al hacerlo se reduzcan las probabilidades de sufrir una relación conflictiva, en lugar de disfrutar una relación amorosa. Si desde pequeños vemos que nuestros padres pueden comunicarse sin miedo, serenamente y logran resolver sus diferencias sin pelear, probablemente podremos aprender a hacer lo mismo. Si somos criados en un ambiente de violencia, de control y de faltas de respeto, lo más seguro es que nos comportemos de la misma manera cuando nos toque educar. Es difícil dejar de repetir patrones.
El cambio debe empezar con uno mismo. Dejemos de criticar, de juzgar, de intimidar y de controlar. Cuestionemos la educación recibida, la adoptada y la vivida. Si deseamos marcar, de forma positiva, la vida de una niña o de un niño, revisemos la forma en que nos comportamos y las cosas que decimos.
Atrévete a practicar la coherencia, la empatía y a educar con el ejemplo.
Adriana Reinking
Abril 4, 2016
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