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Del calzado y de la vida

¿Pueden tus zapatos sacarte callos en el alma?



Laura Reinking Keller, quien además de ser mi prima hermana me honra con su amistad, me regaló el prólogo para mi libro Volando Alto y al Ras, donde relata lo siguiente: “Un día, cuando yo era joven, mamá me llevó a comprar zapatos. Fue hace unos 35 años, pero aún recuerdo la ocasión porque el encargado del negocio trajo una regla para medir mi pie y declaró: ‘calza del tres y medio’. Como yo siempre he tendido a obedecer a la autoridad – y en ese momento la autoridad en pies era aquel dependiente – durante muchos años siempre que iba a una zapatería pedía del tres y medio porque era ‘mi medida’. Hasta que no descubrí que en realidad calzo del cuatro, los zapatos me sacaron callos. Mi caso, desde luego, no fue tan grave como el de millones de mujeres en China, a quienes a lo largo de diez siglos les deformaron los pies para hacerlas más ‘atractivas’ y casar bien. Se cuentan distintas versiones acerca del origen de esa práctica, entre ellas, que una emperatriz con pies deformes la hizo obligatoria o que un gobernante se enamoró de una concubina cuyos pies pequeños despertaban su pasión. Sea cual fuere el origen de esta costumbre, el hecho es que cuando las niñas tenían más o menos cinco o seis años les rompían el arco de los pies y quebraban sus dedos para doblarlos bajo la planta. Después los vendaban para que, con el tiempo, no midieran más de ocho centímetros. El resultado de este proceso era pies parecidos a minúsculas patas de elefante, que impedían a la mujer caminar bien y les producían dolores de por vida. Ya fuera símbolo de estatus, ya fuera por ambición, por costumbre o por moda, aún bien entrado el siglo 20 era posible encontrar mujeres cuyos zapatitos minúsculos ocultaban una deformidad impuesta. Hoy veo las huellas de mis callos y me pregunto qué dicen nuestros zapatos de nosotros. Adriana, por ejemplo, nunca hubiera aceptado sin cuestionar la medida errónea de su calzado y aguantado estrecheces durante años, como hice yo. Para empezar, Adriana no usa zapatos de tacón para verse ‘bonita’. Su belleza radica precisamente en que no pretende serlo y ello se revela más bien en su sonrisa y alrededor de sus ojos, que también sonríen. Mi prima usa tenis para hacer ejercicio y zapatos de tacón bajo para caminar cómodamente por la vida. Más aún, su elección de calzado revela una actitud que estoy segura le ha salvado la vida. Adriana era una mujer sanísima en todos los sentidos cuando hace un par de años supo que tenía cáncer... y el cáncer no supo qué hacer con esa mujer tan fuerte. Su libro ‘Volando alto y al ras’, es producto de esa experiencia que hoy comparte con nosotros. En lo que a mí se refiere, ¡cómo me hubiera gustado haber tenido la oportunidad de leer este libro hace treinta años! Quizá me hubiera sacudido para vivir más yo y menos mis temores; a ser, como ella, una mujer ajena al qué dirán, totalmente a gusto en mis zapatos”. Laura, sin duda, tiene la capacidad para leer mi alma y entender mi espíritu, y otra prueba de ello es el prólogo de mi primer libro, “Atrévete”, que también ella escribió, compartiendo con mis lectores el impactante y escalofriante concepto de la Vida Bonsái. En ambas ocasiones, Laura relaciona el entrenamiento cultural y el vendaje mental con el subdesarrollo personal y los callos que nos lastiman el alma. Una vez que entendemos el proceso que sufre el bonsái impidiendo su crecimiento y la forma en que a través del vendaje mental es posible deformar o contener la expansión de la mente… entonces podemos analizar cómo lo aprendido y lo heredado pueden haber detenido nuestro crecimiento. Cuando comprendemos que es imposible evitar el proceso del bonsái y que somos víctimas de entrenamiento mental, hasta entonces estamos listos para tratar de revertir el daño causado, practicar el perdón y soltar resentimientos. Para recuperarte, es indispensable perder el miedo… de ahí que mi frase favorita sea: ¡Atrévete a ser! Cuando haces lo necesario para soltar aquello que no te deja fluir… es más fácil volar alto y disfrutar de la vida y de las personas que amas, sin anclas mentales. Detecta qué tipo de zapatos usas para andar por la vida. ¿Son cómodos o se ven preciosos (como un árbol bonsái) pero te lastiman los dedos, las rodillas, la espalda... y aún así los sigues usando? Recuerda que la belleza y la moda son algo subjetivo y arbitrario, pero no lo son tu salud física y mental… haz lo necesario para mejorarla. No permitas que nadie te diga lo que es bueno para ti y cuál es tu medida. Cuando adquieras esa habilidad, lo que requiere mucha práctica, te quitarás la venda de la mente y dejarás de sufrir callos en el alma. Adriana Reinking Para adquirir mis libros, búscalos aquí o mándame un correo a: info@atreveteaser.com

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